Nuestra alma no tiene sexo. En una vida podemos ser mujeres, en la siguiente podemos ser hombres y viceversa. En el intervalo en el que morimos y estamos a punto de renacer, se determina si seremos hombre o mujer. Para que podamos entrar en este Universo, necesitamos un cuerpo.
Necesitamos que nos proporcionen un cuerpo. Nuestra querida mamá y papá pueden hacer esto. Y qué nivel, por así decirlo, qué "calidad" será este cuerpo, depende de nuestra situación kármica.
El tipo de cuerpo que obtenemos está influenciado por nuestro nivel espiritual y el grado de nuestra autoconciencia. Es muy importante conseguir un cuerpo que coincida con la cantidad de prana que tenemos. Y esto, a su vez, está influenciado por nuestro nivel espiritual.
Todo está interconectado. Por tanto, cuando nacemos, necesitamos un “caparazón” que corresponda al nivel de nuestro desarrollo. Nacer “con un declive” es malo para nuestro yo. Nacer con un declive significa que en términos del nivel de desarrollo espiritual somos dignos del cuerpo humano, pero recibimos el cuerpo de un animal. El yoga no descarta tal escenario. Depende de cómo vivimos nuestra vida anterior.
¿Por qué es malo no tener un cuerpo humano?
Nuestro yo superior ha acumulado cierto potencial durante muchas de sus vidas. Esto se expresa, en primer lugar, en la medida en que soy consciente de mí mismo. La cantidad de prana que tenemos a nuestra disposición depende de esto. Y prana es la energía de la vida. Por eso, tenemos la oportunidad de interactuar con el mundo exterior y desarrollarnos. Sin esta energía, no habría forma de manifestarse en este universo.
Y si el nivel de prana ya ha alcanzado el nivel del cuerpo humano, y como resultado de nuestras acciones, recibimos kármicamente el cuerpo de un animal, entonces en términos evolutivos, al menos, nos detenemos en el desarrollo y no tenemos la oportunidad de pasar al siguiente nivel.